Dicen que entró solo y se sentó a esperar. Que tenía golosinas y chocolates como para regalar, que no miraba a nadie ni pretendía mirar. Sentando en medio de todos, a su lado sobraba un lugar.
Ellas se tocaban el pelo, nerviosas. Ellos preguntaban sin preguntar. Algunos chequeaban su invitación y confundían la interpretación; quizás dos por uno no era para dos y las caricias y los abrazos se escaparon del lugar.
De a poco cada uno quedó en su butaca.
A veces la tristeza es mas dura para el que le toca ver, como la incomodidad de los enamorados frente a la soledad.
viernes, 11 de diciembre de 2009
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