jueves, 28 de enero de 2010

Nada es permanente

Nada es permanente. Y no pude sostenerte. Te perdí sin darme cuenta. Por culpa de olvidarnos, el enojo parece una mentira y porque todo se evapora nace un nuevo día.
Nada es permanente y me adueño de las cosas, hablo desde el YO construyendo invisibles; me afianzo y desvanezco. Lo que veo, ES... aunque todo se diluya entre mis dedos.
Nada es permanente y sigo siendo yo, con mis idas y venidas.
Nada es permanente y me cansé de entenderlo.

sábado, 23 de enero de 2010

Hilando fino

Una tarde como esta, en una calle de cinco esquinas y en la unión de unas baldosas a medio andar, el pequeño cordel esperaba la vista aguda que haga con él lo que el mundo precisa. Un detalle más que muestra la desprolijidad de un mundo que se deshace o la torpeza brutal de todo aquello que falta terminar.
Sin levantar sospechas y mirando a mí alrededor, busqué la manera de acercarme, estudié todos los ángulos (los claros y los oscuros); pensé y saqué cálculos, hasta improvisé un porcentaje de probables e improbables. Me alejé y me acerqué cuantas veces creí necesario; hasta que lo pisé con la misma fortuna que se pisan los chicles y el pequeño paso de un hombre inició la devastación de la humanidad. Aquel espiral que todo lo envuelve cavó un pozo con la profundidad de la desolación y el ruido de los vientos huracanados simularon sordera para los presentes. El paso de las estrellas cayendo del cielo para hundirse en el hoyo de oscuridad fueron un sueño, al lado del dolor que sentí al ver caer el mundo que conocí. Una hilera de edificios con miles de vidas dentro, los autos, las motos y trenes; hasta las salidas de los enamorados entre rosas y bicicletas. El olor, el color, el sonido y el tacto; todo desapareció.
Hubo un tiempo de sombra, hubo tiempo y más; hasta tiempo sin tiempo. Y a partir de ahí, viví estático, flotante e insípido; sin poder entender si él se había comido todo... o en el pozo estaba yo.

viernes, 15 de enero de 2010

Yo, tu, el, nosotros, vosotros y ellos también.

No existo, no figuro en ningún sitio. No pago impuestos ni atiendo sus llamados. Ni siquiera entro en los bancos. No acepto folletos en la vía pública, primero porque no me dejan tirarlos y segundo porque en los tachos de basura todo abunda. No miro televisión ni compro el diario; apenas mando un mail de vez en cuando, bajo el seudónimo de alguien que no conozco, simulando saludos; gestos y halagos. Pero me gustan las palabras (no en voz alta) prefiero susurrar o escucharlas de lejos, me gusta el eco, el sonido de los grillos y el olor del rocío mojando el pasto. Pero insisto, en algún momento dejé de existir. Quizás me aburrí o me fui sin dar aviso, quizás me perdí, me extravié y olvidé que necesitaba volver.
Por todo esto y más, si alguien recibe este mensaje, háganmelo saber. Pero estén atentos... quizás hoy, ya no sea yo.

miércoles, 13 de enero de 2010

Lazos

Un destino indefinido, poco referencial.
Un paisaje conocido, poco habitual.
Una desgracia en cuenta gotas y una acumulación de palabras que inunda la tristeza.
Una desilusión que se acerca, que viaja en la tiniebla y solo genera distancia.
Un chiste sin gracia; un final trunco.

La desolación hace mella cuando el suelo se diluye en un abismo.
Cuando somos uno mirando lo quedó. Hoy vivo con ella.
Aunque es la incertidumbre la que genera más dolor.