Tuvo una vida corta. Murió sin conocer los ciclos de la desilusión. Se fue con la imagen de unos padres fuertes y eternos, desconociendo el peso de la enfermedad y el paso inevitable del tiempo. Viajó sin escalas al destino que todos tememos.
Vivió con la intensidad de su juventud y en un zigzag, en ese pequeño flash, descubrió el paso efímero de la vida y en la muerte se evaporó; se fundió con lo natural para terminar invisible. Se camufló en los buenos recuerdos, se vistió de historia para poblar las mejores anécdotas; y hasta surcó los mares que jamás nombró.
Se fue sin canciones, sin llamadas ni cartas de despedida. Se fue opacando el sol rojizo de ese día. Se fue en el silbido leve del viento en mi ventanilla.
Se fue y apenas volvió para acercarme un relato a escondidas.
miércoles, 28 de octubre de 2009
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