Reconoces la silueta. Tiene el ritmo que sentís en la piel. Un juego de luces te eclipsa y te envuelve. Algo flota. Un eco familiar, un gesto que hace vibrar.
Los brillos rebotan, confunde lo ficticio con lo real.
Entre roces y sombras fluye sensual, casi ilegal.
Por tanto y menos, armas una trampa y te dejas caer. Es la imagen de ese reflejo el fin de la magia y en el sampleo de los narcisos, llega tu muerte, frente al espejo.
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