Los viejos y la obsesión de los proyectos. La necesidad, inconclusa, de un mañana activo. El legado. Los consejos. El trabajo diario del ser. Hablar para escucharse, para saberse vivo.
Otro mundo se cruza ante sus pasos, ya nada los seduce. Todo lo vieron, desearon; y amaron hasta la soledad.
Ahora urge la rutina, el dedicado momento de desayunar, la suavidad del jabón en las manos y el olor fresco de las hojas a media tarde.
El mundo se hace viejo. Y el viejo deja el mundo para hacerse palabra y recuerdo, para inmortalizarse; en la memoria de los que están.
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