Con los años perdimos el miedo a lo imprevisto, el arte mezcló las emociones potenciándolas. El cine fue opacando nuestros mayores temores, nos acostumbró al desastre y en este último tramo, perdimos el nexo con lo finito.
La adrenalina del último instante, salvarnos de milagro o exponernos, parece, un deseo común.
Perdimos el peso real de las palabras. El mensaje tiene una consecuencia y la respuesta suele duplicar las intensiones.
- Algo en el estomago no me deja respirar con tranquilidad -
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