Saltear escalones por la extraña regla de un juego inventado.
Detener la mirada en lo más pequeño, en el movimiento de las alas, en la caída torcida de una flor.
Deslizarte sin temor.
Descubrir el reflejo del sol en cada objeto y hacer tanto ruido como sea necesario, sin pensar en lo molesto.
Gritar por placer, fingiendo la furia.
Correr con fuerza, buscando el límite, estirando las piernas; cansando los brazos.
Correr siempre. Correr de la puerta al ascensor y del ascensor a la puerta.
Mirarte en el espejo queriendo ser grande, con la curiosidad de reconocer cada gesto.
Mirarte para ver que ven en vos.
Verlos me hizo viejo.
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