Caminé sin mirar el piso siguiendo las copas de los árboles, pendiente de los claros y las sombras, confiando en la percepción. Y mirando el cielo me hice invisible. Fui tan pequeño como imperceptible. Fui un punto, un átomo rebotando en la inmensidad.
Fue en el paso de las nubes y la fuerza de los vientos que el salto de mi mente viajó por el cielo, poco a poco perdió su luz y oscuro como la noche se expandió de grande a pequeño. Extendiéndose hasta el punto de la incomprensión; mientras la velocidad del cosmos me acercaba planetas y estrellas.
Fui un destello de luz, un viaje al infinito.
Somos parte de un todo, un todo en constante movimiento.
Abrí los ojos.
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