Un día me volví loco y dejé de entender lo que era normal. Descubrí que vivíamos apilados; que pisamos y respiramos cemento. Todo lo pintamos con colores que imitan lo natural (verde loro; azul cielo... ¿gris nube?). Nos alienamos diariamente con ondas ultra violetas, bocinas, alarmas; frenadas, motores y gritos. Nos apuñamos, nos ignoramos y nos creemos mucho más de lo que somos por el mero hecho de pensar.
Y pensar, cada día cuesta más.
Pensar parece una perdida de tiempo, un lujo para pocos y hasta un milagro para alguno.
Puede que elija volverme loco todos los días, huir de a ratos de esta realidad.
Puede que elija o que deje de pensar.
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