Queriendo bajarme del mundo me hundí en la profundidad del trigal. Viajé recorriendo el camino del cielo, viviendo el infinito; hundiéndome en un recuerdo.
Usé distancias y kilómetros alejándome un poco más de mí. Hurgué en los rincones sin memoria, escarbé las miserias ajenas y en los restos de una pelea aprendí a sobrevivir.
Me alejé hasta encontrarme solo... y ahí estábamos él y yo, mirando el mismo cielo, conformándonos con un poco de silencio mental.
Sentí pena por él, viejo y solitario, mirando siempre el mismo sol; contemplando el horizonte monótono y apenas distraído con el vuelo fugaz de una estrella. Sentí pena, pero esa noche éramos dos mirando el mismo cielo y el vuelo fugaz se evaporó.
Anclado fuera del mundo busco un cartel de bienvenida, un lugar que se parezca a mí.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario