El calor era sofocante. Quería algo inmóvil, dejar de respirar y suprimir el esfuerzo por no transpirar. Permanecer estático.
Ella se distraía y algo turbio flotaba en el aire.
La extraña atracción de una mujer por lo brillante y con respecto al amor, la caída inminente frente al conquistador cursi.
Un intrépido fisgón y ese escote provocado. Las miradas caen y su distracción ya no es una sorpresa. Hábil, pendiente de cada detalle, finge y adula la perversión. Deja curiosos espacios. Un hombro bronceado y desnudo y un recorrido de pecas me dejan en otro lugar.
Una mirada fría se interpone, los morbosos se alteran y el juego termina. Ella mi mira sin expresión y yo siento la penosa vergüenza de ser descubierto. Caigo en la cuenta, dos estaciones; dos estaciones y todo termina. Trato de no pensar, pero ella sigue ahí y entre tantos me mira; curiosidad, desprecio. Algo hostil me carcome. Ella se acerca distraída, otra vez el juego, los perversos se asoman; miran. Ella mira el piso y yo descubro una hebilla en su pelo, está demasiado cerca para no conocernos. Me roza y me eriza.
Por un momento fuimos perfectos.
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