Me cansé de sufrir, sufrí mucho y aprendí que el dolor resta, la angustia ahoga y el miedo frena.
Conozco todos los niveles que hunden y alejan la felicidad.
Aprendí la influencia negativa de la música, la vibración oculta de las malas palabras y los malos hábitos.
También existen las sentencias ajenas, las proyecciones sobre tu personalidad, sobre tus acciones. Como si el espejo de quien las nombra fuese tu peso; desligarme de esa carga es parte de mi cambio.
Por eso, desde hace un tiempo, me corrí de lugar.
Me tomo el trabajo de controlar mis emociones y de obviar las malas intensiones ajenas.
Elijo los buenos pensamientos.
Si vibras jodido, que no te extrañe, verme poco seguido.
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