Todos los olvidos del tiempo hablan de mirar al cielo.
El anhelo de volar.
Los de las pirámides sabían del mundo moderno. Cómo no saberlo, si conocían el camino de cada estrella en el universo. No temían por Roma y menos por los griegos.
Llenaron de trampas sus tumbas, escondiendo tesoros; diagramando el viaje entre la muerte y el más allá.
El proceso del mundo siguió su curso y todas sus proyecciones se fueron cumpliendo. Las culturas llegaron, se establecieron y perecieron. Sin presente ni registro, se hicieron historia. Y en ese camino, las riquezas se hicieron objetos y de objetos al saqueo.
Sin embargo, ni toda la arena del desierto logró ocultar el hambre voraz de la Era Moderna.
El miedo ancestral de todas la culturas se hace real.
Alas metálicas de vuelo rasante.
El poder bestial del hombre gobierna. Sin alma ni credo.
Un ojo en el cielo.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Y si partimos de la base de que el volar es una acción antinatural para el hombre, calculo que está todo casi dicho.
ResponderEliminar