Existe una fecha. Una imaginaria.
Un plazo. Un... "hasta acá".
Un límite de tolerancia.
Existe por necesidad.
Como el plomin de los pescadores y esas líneas finitas, que conectan a los peces con su propia muerte.
Al principio venía a modo de silencio.
Una pausa quieta. Sin sentido. Como un margen inhabitable.
Parecía aire.
Era permanente en su propio instante.
Pero con un dejo. Siempre con un dejo.
Un peso interminable.
Y después la vida.
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